Aprendiendo a disfrutar del vino
Me gusta beber, pero no me gustan nada los combinados. Yo disfruto, como me gusta decir, de los sabores puros: el chocolate negro, el café sin azúcar, ni leche, y el whisky solo. Sin embargo, con el vino siempre tuve una especie de prejuicio. Pasa a veces con las cosas que tienes más cerca, que las rechazas un poco por esnobismo y prefieres las de fuera. Pero desde hace un tiempo estoy tratando de ponerme al día con el vino.
Porque con el vino, como con cualquier otro placer gastronómico, es todo empezar. Todo sucedió en un viaje con unos amigos en los que visitamos una bodega en Galicia. Nos dieron a probar el condes albarei albarino y yo no me pude negar: solo había vino en la bodega. Había tomado alguna vez albariño, pero en el contexto de una cena, y aunque el vino es el acompañante perfecto para muchos platos, no se saborea igual tomándolo solo: esa fue la primera lección que aprendí aquel día en la bodega. Como yo soy de sabores puros, yo prefiero tomar el vino solo.
Y a partir de aquel día dejé a un lado otras bebidas y me centré en el vino. No se puede estar a todo y más cuando se trata de bebidas alcohólicas. Así que entré de lleno en el mundo del vino, pero descubrí que tenía mucho que aprender. Y que cuando se trata de vinos, existen muchas variedades, sabores y catas que hay que dominar. Porque cuando me meto en algo soy un poco obsesivo y quiero dominar el tema. Y con el vino cuesta porque también hay que aprender a distinguir muchos elementos más allá de este “vino sabe bien”.
De cualquier manera, y debido a cómo empezó mi afición, le guardo especial cariño al condes albarei albariño y siempre tengo un par de botellas de reserva en casa. Porque claro, si quieres ir aprendiendo a disfrutar del vino, te la has de arreglar para que un espacio de tu casa se convierta en una bodega improvisada. Y yo ya voy camino de tener una buena bodega.