La compra a domicilio era esto
Estamos gastando unos 200 euros más al mes en alimentación. Desde que se han suspendido las clases, el niño come en casa todos los días y mi marido también. Antes, yo era la única que comía casi todos los días en casa porque trabajo aquí generalmente. Todo ello se nota en el coste de la cesta de la compra. Pero además del dinero está el engorro de tener que comprar bastante más cantidad de productos por lo que decidimos probar con la compra a domicilio.
Con el tema del confinamiento muchas costumbres han cambiado y sé que hemos sido muchos los que hemos probado con la compra a domicilio para ganar un poco de tiempo. Yo era bastante reticente porque suelo serlo con cualquier cosa que implique comprar por internet. Pero mi marido me animó y lo hicimos. Un desastre total.
Uno de los problemas que tiene la compra por internet es en relación con los productos que no están disponibles. Los supermercados no tienen actualizadas las existencias en tiempo real (obviamente, es muy complicado) y tú puedes pedir dos envases de mantequilla central lechera asturiana, por ejemplo, sin saber que en ese momento está agotado. Así que la compra termina siendo una especie de lotería.
Nos dimos cuenta de que la cosa no había salido bien cuando recibimos el aviso de compra en la cuenta del banco. Se suponía que el coste de nuestra compra era de 180 euros, pero solo nos cobraron 140. No es que nos hicieran un descuento, no: es que faltaban 40 euros de productos. Y eso sin contar con los productos ‘alternativos’.
Si no dices nada, y el artículo está agotado, te pueden meter un producto alternativo. Se supone que se debe parecer a lo que pides, claro. Es decir, si pides mantequilla central lechera asturiana no te van a traer margarina como sustitutivo, pero sí te pueden meter mantequilla de otra marca, que no va a saber igual ni se va a untar igual. Y así con todo. El resultado fue un desastre total. Esa misma tarde tuvimos que ir al súper a comprar. ¡Menudo ahorro de tiempo! Y de dinero, mejor no hablemos…